viernes, 6 de marzo de 2009
Desde Khao San en Bangkok
Cronicas tailandesas (I)
Como todas las grandes capitales que se precien, Bangkok es muchas ciudades en una. Es la ciudad de los intrincados mercados callejeros que exhalan aromas especiados pero también la de los pulcros y espaciosos centros comerciales. Es la ciudad de los "wats" o templos budistas y la ciudad del alterne nocturno y los "night clubs". La ciudad es atravesada por un gran río y varios canales pero también por el cemento de las anchas vías de comunicación y de la estructura que sostiene el "Skytrain", un sistema de metro exterior, elevado unos metros por encima de la calzada. Pero si hay algo que lo impregna todo, que unifica las diversas ciudades en una, es el ruido del tráfico infernal y el calor pegajoso.
La ciudad de los mercados es la más visible y extensa. Quien más quien menos se dedica al comercio y monta su tenderete, aunque se expongan sólo cuatro talismanes. Hace poco leí una crónica de una periodista sudamericana que decía que en tiempos de crisis allí las familias se lían la manta a la cabeza y la despliegan en un trozo de calle para vender cualquier cosa, mientras que en Occidente esto es impensable porque todo está muy regulado y no existe esta cultura de la improvisación. La Bangkok de los mercados es como si viviera una crisis permanente a la que sus habitantes se hubieran adaptado y la hubieran convertido en su forma de vida. Paseando por la Chinatown de esta ciudad, un verdadero enjambre de calles estrechitas ocupadas por los puestos del mercado, uno se da cuenta de lo poco que uno debe necesitar para vivir aquí.
Una de las zonas de mercado más interesante es la de la calle Khao San y aledaños. Además es como un imán para el guiri de bajo presupuesto. No pretendía hospedarme en esta famosa calle pero desde que uno abandona la terminal del aeropuerto, todo le conduce a este lugar. Si todas las ciudades que se precien de ser mínimamente internacionales tienen su "China town", digamos que la calle Khao San es la "Guiri town" de Bangkok. Decenas de pensiones o "guesthouse" de bajísimo precio se atiborran en unos cientos de metros. Alrededor de ellas se ha instaurado un mercadillo de todo a cien en el que puedes encontrar cualquier cosa o servicio, desde un crepe de plátano con huevo y chocolate (¡ delicioso !) hasta un masaje thai o un corte de pelo a dos o tres euros, pasando por la confección de un carnet de conducción internacional, de estudiante o de lo que quieras, falso, por supuesto.
Una de las ventajas de hospedarse en Khao San es que impera el buen rollito y se hacen amigos con facilidad. Durante la cena de ayer (arroz frito al curry verde con pescado y una cerveza de medio litro, dos euritos al cambio) conocí a Erik, suizo, y a Josef, germano, viajeros solitarios como yo que en seguida me dieron conversación. Ambos llevaban unos cuatro meses viajando por el sudeste asiático. Me explicaron sus aventuras pero estaban ya cansados y querían regresar. Yo he pasado cuatro días en Bangkok y creo que les comprendo. Hace mucho calor y caminar unos metros se hace duro. Tanto Erik como Josef mencionaron en sus conversaciones el anhelo del frescor primaveral de centroeuropa. Tengo la esperanza de encontrar un tiempo más fresquito en el norte.
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2 comentarios:
¡Qué viaje más alucinante! Seguro que seguirás descubriendo muchos lugares asombrosos y diferentes.
¡Que prosiga bien tu viaje!
que bueno Javier , que envidia sana tenemos Ju y yo!!!!!!!!!!que vaya todo bien por esas tierras lejanas y ya nos tendras al tanto . A seguir disfrutandoooo!!!!
Ju y Fer
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