martes, 25 de agosto de 2009
Pequeños paraísos de Queensland
Crónicas australes (IX)
En consonancia con el giro naturalista que ha tomado esta parte del viaje, mantenemos encuentros en la tercera fase con la fauna autóctona.
En Cape Hillsborough, un pequeño parque natural costero, madrugamos para poder observar de cerca un grupo de simpáticos canguros que visitan la playa cada mañana. Aquí están más acostumbrados a los humanos y no huyen como en otros lugares.
Un reluciente día, tras pensarlo mucho, nos embarcamos en una "guiri excursion", es decir, nos dejamos llevar por los guías locales que te van marcando el tiempo y limitando el espacio por donde debes conducirte con diligencia y admirar el paisaje. Está claro que no nos gustan, pero es la única manera de llegar a las islas Whitsunday, un paraíso subtropical de islas casi vírgenes con playas y fauna marina de ensueño. La blancura de la Whiteheaven Beach ciega la vista. La arena es de sílice y no quema los pies. Mientras paseamos por la orilla una pareja de peces raya se acerca a nosotros. En la isla Hook practicamos el "snorkling", o sea, el buceo con tubo y gafas de toda la vida. Cientos de peces de colores se pasean frente a nuestras gafas. La excursión incluía también un viaje en una especie de transbordador sumergible con cristales sucios que daban al fondo del mar. La sensación era como de estar esperando desembarcar en Normandía.
Seguimos nuestro periplo hacia el norte y cada vez más la naturaleza se va imponiendo a la civilización. Las carreteras se hacen más estrechas y los símbolos que alertan del peligro de la fauna local son cada vez más frecuentes, como éste que avisa de la presencia de cocodrilos, en el parque nacional de Edmund Kennedy. En las playas los manglares ganan terreno al mar. Curiosos estos árboles capaces de crecer en el agua salada.
Y en unos humedales junto a la ciudad de Ingham, un canguro se alimenta apaciblemente mientras nos vigila de vez en cuando.
En Mission Beach vimos un cassowary cruzar la carretera. Es una especie de avestruz con una cresta azul en la cabeza. Era tarde, pasó veloz y no nos dio tiempo de tirar la foto. Pero el encuentro, aunque fugaz, permanece en la retina.
Quedan ya pocos días y solo unos cientos de kilómetros hasta nuestro destino final en Cairns. El regreso y todo lo que representa empieza a ya a hacer mella en algún momento. Veremos qué nos deparan los días finales. ¿Quizás más encuentros con la fauna local?
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